Desde que nacemos, vamos heredando muchos gestos y costumbres de nuestros padres.
La educación que recibimos se convierte en algo así, como una especie de doctrina personal, e intransferible a seguir.
Siempre intentando enseñarnos esos trucos de vida con los que salir airosos, en esas situaciones difíciles que se nos puedan dar en el tiempo.
Cada uno de nosotros, llegamos con la mente limpia y despejada a este mundo. Pero pronto; y con el ir y venir de nuestra convivencia familiar. Adquirimos esa etiqueta educacional, que para bien o para mal.
Siempre llevaremos colgada de nuestra espalda.
Al principio de nuestras vidas, nuestra capacidad de entendimiento, no nos permite saber qué es lo mejor que nos conviene, a lo largo de nuestra infancia.
Sólo nos limitamos a seguir sus consejos, o bien a acatar sus ordenes; permaneciendo expectantes mientras crecemos, y esperar a ver que pasa.
Y aunque a veces, con nuestros llantos; nuestras caras largas; y nuestros silencios; pretendemos revelarnos llevándoles la contraria.
La obediencia a nuestros padres en el mejor o peor de los casos, de cada historia, o en cada casa.
Es la norma más aconsejable.
O tristemente.
La imposición más tajante, e irremediablemente a seguir.
En pos de un interés común.
Ni que decir tiene; y dependiendo de las costumbres familiares que nos toquen en suerte.
La educación que recibimos cada uno de nosotros durante esos años de adolescencia.
Acabará condicionando gran parte de nuestra actitud en la vida. A la vez que determinará nuestra conducta al enfrentarnos a ella.
Qué, junto a nuestro cada vez más parecido físico a ellos con el paso de los años.
Nos hace.
Y nos hará recordarlos para siempre.
Los gustos cambian constantemente, las tendencias siguen formando colas interminables en las nuevas sociedades, y en la prueba de relevos de una vida, el intercambio de testigos en carrera sigue sucediéndose pasando de mano en mano.
Cartas nuevas se reparten sobre la mesa con grabados y aspectos diferentes.
Surgen renovadas claves de éxito y geniales estilos, entre aplaudidas y temidas ideas dentro de la feroz competición. Tan brillantes como dudosas. Dentro de nuestra recién estrenada y tambaleante. Nueva escala de valores.
Cuando las jóvenes inteligencias creen oler cercanas sus presas en el ambiente, la veterana experiencia. Sabe, que resistirse, o intentar huir para esconderse, ya no le servirá de nada.
A todo ser tarde o temprano le llega su palmadita en la espalda. Un gracias por los servicios prestados. Y ese cordial hasta siempre, disfruta de tu tiempo libre. Con una pequeña sonrisa de reconocimiento, seguido del beso o abrazo por parte de aquellos que te aprecian. O el respetuoso saludo con un apretón de manos. Por parte de aquellos que se sienten felices al poder ocupar tu lugar.
Señoras. Señores. Fue maravilloso vivir todas estas experiencias junto a ustedes.
Pero compréndanlo.
Deben de ir haciéndose a la idea, y olvidar poco a poco todo aquello cuanto fueron, en sus respetables, y respectivas vidas laborales.
Pues sí; amig@s.
Por si aún no les había quedado claro.
Lo suelen; y solemos llamar.
"Jubilación anticipada".
Una vez más, y como viene ocurriendo a lo largo de las distintas generaciones.
La decisión de una ilusionada y esperanzada juventud, pidiendo paso a mano alzada.
Y acrecentada en esta ocasión, por la triste actualidad de la situación económica, y la precariedad de los puestos laborales.
El proceso de renovación se ha visto acelerado. Y el final deseado de una supuesta "normalidad" evolutiva.
Además de sorprendernos. No ha sido bien recibido. Ni bienvenido para tod@s.
En fin.
Abrir paso a los que vienen empujando con ilusión, siempre es lo que toca... No?
A fin de cuentas; y cada cual en su momento. Tod@s acabamos o acabaremos siendo esas"víctimas" protagonistas, a partir de las sensaciones que de nosotr@s perciban propios y extraños. De la justa medida con la que juzguen nuestras emociones. Lleguen a sentir nuestros impulsos de vida. Quieran puntar nuestra valía. O calculen; aún a riesgo de equivocarse. La verdadera esencia de nuestros valores.
En cuanto a los motivos; certezas; y las supuestas interpretaciones por las que cada cual rija sus decisiones. O al posible voto de confianza que quieran dar a esos rostros humanos, con pequeñas arrugas , y perceptibles canas.
Siempre será todo un misterio. O bien, la eterna canción a discutir .
Lo realmente triste, es pensar. Que nunca llegarán a apreciar en ell@s. Esa enorme ilusión y ganas, que siguen viviendo en su interior.
El hecho de que nuestra memoria sea tan frágil algunas veces, nos conduce a volver a caer en los mismos errores de siempre, con el paso de los años.
Ya no por aquell@s a l@s que vamos apartando del camino antes de tiempo, dando por sentado que van dejando de pertenecer a nuestro actualizado, y "fabuloso mundo". Sino por nuestra empobrecida forma de pensar guiados por unos estereotipos absurdos, en una inventada "campaña de vida" (que No ley) contra la madurez humana. Donde las largas sombras y las urgencias sustitutorias, se enzarzan en una dura"batalla" de todos contra todos inmersos en grandes desconfianzas y credibilidades en una especie de "caiga quien caiga", para acabar siendo vencedores o vencidos. Dentro de nuestras "útiles"; y consentidas vidas laborales.
Que gran suerte la de aquell@s que pueden llegar a decir lo he logrado, y en su justo momento.
Sin dejar de sonreír.