Dicen, que la verdadera enseñanza nace con la experiencia.
Llegar a comprender ciertos sentimientos personales, después de veintisiete años compartiendo sus ilusiones, también.
Siempre me ha parecido apreciar en dicha experiencia, un antes y un después en dos etapas diferentes, a la de dicho acontecimiento personal:
Los días que preceden a la celebración. Y las fechas posteriores cuando los nervios ya pasan a ser pasado.
Al principio, todo son pequeños quebraderos de cabeza que no te permiten actuar con total claridad en tu vida cotidiana.
Los distintos momentos vividos a la hora de empezar con los preparativos, y los mil consejos que te llegan de todas partes, debilitan en cierto modo tu personalidad.
Todo gira y gira en torno a una serie de consentimientos adquiridos, donde dos voluntades intentan conseguir la boda soñada.
Son esos momentos vividos donde todo languidece sin darnos cuenta, y nos volvemos un poco más franqueables a poco que nos ofrezcan la sonrisa deseada, por grande que sea la inquietud del momento, o mágico, el siguiente capitulo a vivir.
Por lo general. Ya nada es como antes.
Las costumbres han cambiado.
Y aunque las nuevas tendencias sigan conduciendo al mismo lugar de siempre a la hora de elegir el día soñado.
Todo se vende con una mayor puesta en escena, y al ritmo indeseable de la feroz competición.
Para cuando llegue este momento en vuestras vidas...
Y el mejor de los recuerdos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario