sábado, 21 de marzo de 2015

El mundo, un alambre gigante donde la suerte y el equilibrio, van cada uno por su lado


Nuestro destino.

Ese algo tan incierto e inesperado que casi siempre acaba por sorprendernos.





En nuestro día a día, tenemos la suerte de conocer a muchas personas diferentes, 
y disfrutar de las buenas experiencias que nos aportan.

Una nueva puerta se abre al mundo, y alguien aparece en tu vida como un regalo inesperado.
Cada cual con su forma de ver la vida, y su manera de vivir. 

Sus inquietudes; sus opiniones; las sensaciones que cada uno siente... Todo ello, bajo la agradable complicidad de una singular conversación. 






Las razones y el entendimiento dan paso a las valoraciones.
La intención de las palabras adquieren distintos significados. 
Todos nos adentramos en un laberinto de salida imprecisa, procurando expresar o descifrar sin perdernos en el intento, la exactitud más cercana del pretendido mensaje, por miedo a llegar a equivocarnos; temiendo reconocer en el otro aquello a lo que solemos llamar.

 Una inquietante mirada de incomprensión. 



El mundo es algo parecido a un alambre infinito extendido en el aire con pancartas de entrada y salida, lleno de gentes que van y vienen intentando mantener el equilibrio mientras intentan encontrar la meta de sus sueños, procurando mantenerse sin caer a ninguno de sus lados.

Cada cual marca su rumbo, y mide el control de sus pasos lo mejor que puede.

Pero lamentablemente, no todos gozan de la habilidad, la suerte, o de los medios necesarios.
Para alcanzar, al final de sus vidas, la felicidad deseada. 








Al final.

Todo consiste en sentir que hiciste todo lo posible, y de la mejor forma que pudiste.

Para que aquell@s que hoy empiezan a vivir.



Tengan el camino, más limpio y despejado.

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