Nuestro destino.
Ese algo tan incierto e inesperado que casi siempre acaba por sorprendernos.
En nuestro día a día, tenemos la suerte de conocer a muchas personas diferentes,
y disfrutar de las buenas experiencias que nos aportan.
Una nueva puerta se abre al mundo, y alguien aparece en tu vida como un regalo inesperado.
Cada cual con su forma de ver la vida, y su manera de vivir.
Sus inquietudes; sus opiniones; las sensaciones que cada uno siente... Todo ello, bajo la agradable complicidad de una singular conversación.
La intención de las palabras adquieren distintos significados.
Todos nos adentramos en un laberinto de salida imprecisa, procurando expresar o descifrar sin perdernos en el intento, la exactitud más cercana del pretendido mensaje, por miedo a llegar a equivocarnos; temiendo reconocer en el otro aquello a lo que solemos llamar.
Una inquietante mirada de incomprensión.
El mundo es algo parecido a un alambre infinito extendido en el aire con pancartas de entrada y salida, lleno de gentes que van y vienen intentando mantener el equilibrio mientras intentan encontrar la meta de sus sueños, procurando mantenerse sin caer a ninguno de sus lados.
Cada cual marca su rumbo, y mide el control de sus pasos lo mejor que puede.
Pero lamentablemente, no todos gozan de la habilidad, la suerte, o de los medios necesarios.
Para alcanzar, al final de sus vidas, la felicidad deseada.
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