lunes, 21 de marzo de 2016

ese maldito segundo




Te estremece ver cómo los planes de una vida, pueden quedar en silencio en apenas un segundo para siempre.
Que de la alegría más dulce e inmensa vivida, y del amor sentido o recién estrenado de un momento, puedes pasar del todo a la nada sin tiempo a despedirte, y que nadie pueda culparte por esos últimos mensajes de móvil, que ya quedarán sin responder.

Sientes la impotencia de la tragedia como algo que trunca la suerte de aquellos que parten antes de tiempo con sus proyectos de vida incumplidos, e incluso te engañas a ti mismo, durmiendo con la esperanza que nada de lo vivido, pueda volverse a repetir.

Todas las muertes son lloradas y sentidas cuando nos pertenecen de forma natural.
Otras por contra, que nos golpean con fuerza, son maldecidas y repudiadas por su innaturalidad, unidos por el dolor que nos provoca cierta sinrazón humana, sumida cada vez más en idealismos desmedidos, fanatismos incontrolados, o bien por aquellos errores humanos que siempre se pudieron evitar, inmersos en esa lucha de querer arañar tiempo al tiempo, vencidos por el cansancio y la locura, producto cada vez más, de una serie de intereses descontrolados.

Todos los finales de una vida son siempre difíciles de aceptar y de entender.

Pero cuando estas perdidas son tan crueles por inesperadas, y sin ánimo de entrar en el horrible juego de sus interpretaciones y valores.

Los hechos puntuales de lo ocurrido, las terribles secuencias vividas, y las repentinas ilusiones cortadas en cada una de esas jóvenes vidas que arrastra con ella, nos hace sentir si cabe aún más "tocados", exigiendo a gritos una explicación necesaria, y a la vez inútil. Que lamentablemente ya no servirá para devolver la vida, a aquellas o aquellos que la perdieron.

Toda mi solidaridad en estos momentos, y mi abrazo más sentido, para esas familias cuyas hijas vieron sus futuros truncados, esta pasada madrugada en el asfalto de esa AP7, en un viaje de vuelta a a su "casa universitaria". Y en el que el maldito destino una vez más, no quiso respetar los muchos deseos que aún les quedaban por cumplir.  D.E.P






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