miércoles, 12 de marzo de 2014

cuando dos desconocidos coinciden por cualquier calle en el tiempo

Ella, caminaba despacio, titubeante, casi con pequeños y lentos vaivenes sobre la estrecha acera. Fumaba como nerviosa, apurando un cigarrillo entre los dedos corazón e índice, que se consumía poco a poco en repetidas caladas, elevando constantemente su mano izquierda al encuentro de sus labios.

Con la otra mano; sujetaba pegado a su oído derecho, un móvil de última generación. De repente, un desconocido intenta adelantarla sobre sus pasos. Toma todas las precauciones para no tropezar con ella. Pero no pudiendo precisar el espacio ni el momento adecuado, intenta advertir su presencia lo más sensiblemente posible, procurando no asustarla, con el sonido grave de su voz. -¡Cuidado, voy por la derecha!-

Al oírlo, la imagen de la joven experimenta un leve sobre salto, girando su cuello sorprendida, a la vez que exclamando con cierto miedo.  -¡Huy, que susto!-

Él; la tranquiliza inmediatamente sin llegar a detenerse. Esbozando una ligera sonrisa , posa tenuemente  su mano sobre aquel hombro inquieto. -¡Tranquila! No quería asustarte-  le dijo prosiguiendo su camino con paso acelerado.

Fue entonces; cuando ella, un tanto aliviada por aquella tensión de unos segundos; pudo relajar su mirada y volver a sonreír .

El breve momento vivido, provocado por aquellas palabras sorpresivas que sonaron a su espalda, mientras caminaba absorta en su conversación de aquella mañana soleada; solo quedará en un hecho sin importancia  del pasado.

Aquel desconocido que no quiso importunarla en su conversación privada a través del móvil, pudo alcanzar a oír mientras se alejaba, unas palabras que sonaban a duda resuelta en tono elevado de cierta alegría; parecido a alguien que vacía su pecho mediante un gran suspiro, dejando volar al aire una antigua preocupación.

-¡Mamá! ¿Sabes de que son los mareos?-... (silencio)... -¡De vértigo!-

 Cabe suponer. Tal vez pensó mientras se alejaba.
 Que la calada siguiente de aquel extenuado pitillo; sería más profunda y reconfortante, una vez encontrada la respuesta.

 A un esperanzador principio, de una futura solución.


Y como tantos, y tantos, encuentros casuales entre desconocidos, que a diario se cruzan por las calles del mundo. 

Todo quedará en anécdota  de un fugaz tiempo de vida compartido.

 Como si nada.







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