sábado, 9 de julio de 2016

El miedo es libre, pero inquieta

A veces me pregunto.
¿A quien le importa la verdad, dentro de cada una de nuestras realidades?

Cada día cuando me levanto, observo gentes a mi lado con unas ganas terribles de encontrar soluciones a esta descarada situación de inmoralidad política que nos rodea. 
Pero no es menos cierto. 
Que también noto una presencia conformista e interesada por parte de algunos, que no hacen más que ruido fingiendo estar dolidos en su desconsuelo, para luego simplemente, fotografiarse al lado de las personas equivocadas, en tal de tener bien regado su jardín, a cambio de sus silencios leales.

A menudo, froto mis ojos intentando ver la realidad que me rodea, y a duras penas veo a listos con chaqueta y corbata, convenciendo a otras gentes con falsas promesas, diciéndoles que deben mirar para otro lado, en nombre de sus muchos temores, y otras  fiestas de guardar.

Alguien dijo una vez: "Unos fijan un precio, que todos acabamos pagando al final". 

Pues bien. 
Creo que ya tengo claro quienes son los consentidos, y quienes los consentidores, de esta impopular tarifa tan descompensada.
Ahora solo resta saber, cuan larga y duradera será la intervención, dependiendo del estado del paciente, y el grado de anestesia administrada. 

Mientras tanto. 
Los "señores del castillo" seguirán acomodados bajo el protagonismo adecuado que gran parte del pueblo les otorga, a través de su calculada, y triste indiferencia.

 Pues ya se sabe que...
Cuando las voluntades se compran con golosinas robadas, los cerebros se embriagan con brindis de grandes pasiones, y los corazones se venden a precio de saldo por la simple fuerza del despecho.
Siempre hay pocas esperanzas para creer en soluciones, en pro de la depuración de un vergonzoso "puesto de mando", inmerso en constantes desmanes sin miramientos.
 Que tantos y tantas comparan e igualan con otros desproporcionadamente, según su parecer.  
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Cuantos años más tendrán que pasar, y cuantas concesiones desmedidas deberían acabar de inmediato.
Para que ellos y ellas comprendan que sus verdaderas valías les serán reconocidas, sin tener que sentir su resignación constantemente, soportar la depreciación de sus valores, y verse obligados a sufrir en cómodos plazos, el penoso juego de la maldita e indeseada temporalidad, y un paro aplastante que les envuelve y contamina el aire de sus esperanzas lentamente. 
Sin llegar a imaginarse un futuro, viéndose volando lejos de aquí.



2 comentarios:

  1. Gracias port compartir...
    Si fuera solo tu opinion posiblemente hubuera entrado a dar la mia, ... Por jugar, no por discutir.
    Pero es Arte, así que no procede...

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  2. Gracias a ti Oscar, por tan amable calificativo.

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